jueves, 10 de diciembre de 2015

Etapa 7. RODANILLO- COLUMBRIANOS 32 km

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A las puerta del Santuario de la Virgen de la Peña: Maki y Víctor Guerra

Etapa de transición y trasiego
Tras una noche extraña en Rodanillo, mucho me moví y cambié de ubicación dentro del gran pórtico abierto de la iglesia parroquial del lugar, llegando un momento de no saber ya donde quedarme, además el sol pronto hizo acto de presencia, y no habiendo bar alguno, pues preparamos como viene siendo habitual el frugal desayuno en base a té para mí, o café bebido para Maki.

Al entrar en el pueblo en el anochecer, y o sabiendo sacar fotos decentes nocturnas, nos dedicamos ambos por su propio itinerario a hacer fotos, pues el poblamiento lo merecía, otra cosa es que nosotros fuéramos capaces de arrancarle los rincones bonitos o tener encuadres interesantes.

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Estampas de Rodanillo

Lo que llama la atención en Rodanillo son su brocales y fuentes, lo hay por todos lados, cojas la calle que cojas, uno se encuentra ante uno o dos brocales, pero en esto de las aguas también clases, sabores y demás, por más que las escuela nos hubieran enseñado que el agua es insípida e incolora, cosa que nunca entendí muy bien y sobre manera cuando uno bebía ya de aquella en las fuentes públicas, y se daba cuenta que había aguas mejores como sombras peores, pero lo autores de los textos educativos no deben recorrer mucho los pueblos.

En cuanto tuve ocasión le pregunté a un buen paisano el porqué de tanto brocal, y me indicó que en el pueblo había dos corrientes subterráneas, una de agua cristalina y buena para beber que iba por la calle exterior, por donde va el Camino de Santiago, y la otra es de agua salobre, para regar y el ganado. De hecho era tan buena la primera que las mujeres del pueblo salían a la fresca a coger agua porque el manantial no daba para tanta demanda.

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Rodanillo
Aunque eso no me explicaba la presencia de tanto brocal y fuente, que por cierto lo que son las cosas, tanta cosa con lo brocales y al final no he traído ninguna foto de las fuentes ni de los brocales.

En el paseo fotográfico pudimos ver eso las casonas, y algunos detalles más de la envergadura que tuvo este pueblo berciano, con alguna casona noble, venida a menos, que no se recoge en las nuevas crónicas internáuticas.

Y aunque los rodanillenses que nos encontramos nos parecieron gente adusta luego al leer sobre el pueblo vemos que las juergas les gustan y a la mínima recorren sus bodegas, de las cuales supimos por el olor del mosto que desprendían algunas cuadras y galpones..

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Tras el recorrido no quedó otra que cargar a la espalda las mochilas y echarse al camino en busca de las marcas jacobitas, sino también busca de algo que echarse al coleto.

Salimos de Rodanillo rumbo suroeste cruzando la carretera LE-463 para entrar en un largo camino arcilloso que pasa por El Estrillo, el Valle de la Puerca , entrando en una zona muy bonita llena de alcornocales, y donde las marcas en los diversos senderos se hacen poco visibles, lo que nos llevó a una pequeña pérdida, pues los senderos nos echaban como para Bembribe, rectificado el rumbo en la zona de robledal y alcornoques, nos colocamos paralelos de nuevo a las de la Peña del Gato entrando sin mayores percances que el pueblo de Cobrana
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Perfil Etapa 7

Está claro que hoy será una etapa de transición, pues sabemos que tras unos kilómetros está Ponferrada y luego Columbrianos y la conexión con el Camino Francés y su «mística», la nuestra hoy por hoy es ambiental y buscarnos la vida para dar un bocado decente, pues hace ya días que nos comemos en condiciones.

Las marcas nos llevaban obstinadamente por debajo de la Peña del Moro, quedando Congosto allá abajo, y pronto descubrí que las marcas santiagueras nos llevaban torticeramente hacia el Santuario de la Virgen de la Peña, lo cual no me importó y oculté a Maki, para poder tener un balcón sobre la zona, aunque el calo iba ya siendo agobiante.

Pero la verdad es que en estos casos, y más viendo el desnivel existente, los marcajes deberían ser más claros y transparentes y poner las dos opciones para los que quieran ir hacia La Peña, o los que deseen seguir El Camino hacia Congosto, yo opté lo primero contando que luego habría una bajada más cómoda o marcada.

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Estampas del Camino

Pero nada de todo eso hubo, y por tanto las marcas jacobitas nos llevaron en medio de la solana ladera arriba hasta el desolado paraje del Santuario, y digo desolado porque todo estaba cerrado y lo único y maravilloso eran sus vistas que son impresionantes.

Eso sí el hotel que allí está cerrado a cal y canto, y el Ermita, hoy todo un Santuario que parece que se reconstruyó en parte con la ayuda de la familia Honingman-Bayer propietaria del Coto minero Vivaldi que quiso levantar en la zona su residencia; antaño fue una construcción más modesta, que la actual, que además fue monacato y nacida al calor del Camino Jacobeo en el siglo XIII.

“El barranco sobre el que se asoma el santuario es conocido como “el balcón del Bierzo”, debido a las vistas del pantano de Bárcena, el monte Aquiana, el Morredero, el Manzanal y parte de la Cordillera Cantábrica, así como varios municipios de la comarca, de la hoya berciana.

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Vistas desde el Santuario de Congosto

Dice la tradición oral que la Virgen de la Peña fue encontrada en una peña muy alta por unos pastores. Estos bajaron la imagen a Congosto, donde la colocaron en un altar para ella sola en la Iglesia. Pero a la mañana siguiente había desaparecido y reaparecido en el mismo lugar del hallazgo, por lo que los vecinos comprendieron que la Virgen prefería aquella peña a la Iglesia del pueblo y le hicieron allí una ermita.” Tema este bastante clásico a modo de caprichos y preferencias de santas y vírgenes, no parece que los santos tuvieran tanta exigencia.

La verdad es que desde esta atalaya podía casi que tocar los lugares míticos de la tebaida berciana, La Aquiana, San Pedro de Montes, Pêñalba, Las Valdueza, en parte lamentaba no haber recorrido el tramo maragato hasta Molinaseca, e incluso perderme por los valle interiores que tantas veces recorrieron los eremitas Genadio y Fructuoso, pero el Camino Olvidado estaba siendo un reto, y aunque desde Rodanillo, había perdido fuelle, en pro de los vagabundeos mentales por las tierras de la tebaida, la experiencia bien ha valido la pena.

Pues durante todo este recorrido a ido surgiendo como eje vertebrador lo que Mafessoli llama la eflorescencia romántica y simbólica, en una extraña y misteriosa alquimia en la que se fragua los sagrado, lo mítico con lo etnográfico y lo paisajístico, en una especie de metamorfosis cultural.

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Tras la contemplación y recorrido externo del complejo hostelero-religioso y varias y variadas fotos nos fuimos por el camino que habíamos traído, para coger la bifurcación hacia el pueblo de Congosto en el cual entramos darnos de bruces con el monumento a Álvaro de Mendaña y Neyra, natural de estas tierras y marino descubridor de varias islas en el Pacífico Sur.

Tras ello recalamos en el único bar abierto, y con la tienda cerrada, le solicitamos a dueña algo de comer y nos dijo que nada tenía, eso sí a la segunda cerveza aparecieron unos pinchos, y el pan que decía no tener, no parecía muy hospitalaria, tal vez porque al perder la tradición jacobea, pues haya perdido la buena señora mano para entender fuera del entorno de los parroquianos.

Alguno de ellos un tanto faltón pues al quitarme el sombrero para tomar unas notas en el bar apareció mi taqiyah. i, que me sirve para tener refrescada siempre la cabeza bajo el gran sombrero jacobita, y que el faltoso de turno tras pasar de nosotros me saludó con el clásico As salan alaykon, tras mirarle fijamente eché hacia atrás el gorrito y ya parecía una kipá, aunque le respondí con el aleijem shalom, creándose una extraña situación y confusión... pues él no era ni musulmán ni árabe y quedaba entredicho que lo que yo pudiera ser... y todo hubiera sido más cordial con un hola buenos días, o un mar haban.

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La verdad es que no fue muy buena la entrada en Congosto, y tampoco la salida, pues nos tocó lidiar con la carretera LE-159/3 que a esa hora presentaba un aspecto terrible dado el calor reinante y la poca sombra, y tampoco entendí muy bien como este Camino Olvidado se marca una ruta por tal eje asfaltado dejando de lado San Miguel de Dueñas, aunque viendo lo cortado que está con autopistas y vías de tren o es fácil saltar todas esas barreras segregadoras.

Ganamos el alto de Montearenas con la intención de cruzar el Embalse de Bárcena por encima las compuertas y luego girar hacia Columbrianos, un poco perdido pues hay quien nos indicaba ir a Cubillos de Sil, y otros bordear el Cerro del Castro, en esas cavilaciones estábamos casi a la puertas de empezar a bajar hacia el muro del embalse, cuando nos paró un elegante mercedes y nos preguntó que para dónde íbamos, pues ahora quedada-según el conductor-una zona complicada- por lo cual nos invitó a subir a su vehículo y nos llevó directamente hasta el mismo albergue de Columbrianos, librándonos de las odiosas entradas que deparan las grandes ciudades o las zonas industriales y de unos 8 a 10 km de fea ruta.

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Un momento de paz y descanso

Por otro lado en el citado alto, descubrimos de nuevo que la barbarie urbana, los pósitos de basura que desde el coche no se aprecian, y donde Makí se echó un descanso en uno de los sillones del improvisado basurero,  y como dice  mi admirado Gregorio Morán en su libro: Nunca llegaré a Santiago: La mierda  es un producto  que se consume  sino que se traslada y es cruel decir que viaja también en la misma dirección que  nuestro sueños; hacia el mar,

Se lo agradecimos, sin apenas cruzarnos ni los nombres, y de este modo llegamos a zona mítica y mistérica del entronque con el Camino Francés, del que tanto le había hablado a Maki.

Por fin, estábamos en un sitio civilizado, podíamos ducharnos, comer y hasta sociabilizar, todo casi a un mismo tiempo, y sitio para hacerlo no podía haber sido mejor el Albergue de San Blas, fue nuestro refugio en el cual ya disfrutamos de una habitación con apenas otros tres jacobitas, una pareja de ingleses con los cuales no cruzamos más allá del hola, y una señora canadiense que hacia el Camino Francés por las comodidades y facilidades que le ofrecían tanto los albergues como los restaurantes, lo cual era fantástico para una señora de 70 años por esas tierras, y cuando en Canadá para hacer algo similar tenía que cargar con todo, o pagar por algo que le parecía caro.

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Una reparadora ducha de agua caliente tras seis días, la cura de mi ampolla y una vuelta por Columbrianos, nos devolvió pronto al albergue donde dimos cuenta de una suculenta cena con ensalada y todo a base de patatas fritas y huevos y carne, y para rematar la tarde-noche un copazo de aguardiente de hierbas, muy bien atendido por la gente de San Blas.

Lo cierto es que cuando nos preguntaban por nuestra peculiar ruta, nadie entendía nada y como se podía cruzar todos esos montes sin albergues y restaurantes. La verdad es que parecen desconocer que hasta no hace muchos años hacer la peregrinatio a Compostela, o hacer otras rutas era echarse a dormir o a comer donde se podía. Y eso no hace tantos años, pues no hará de 35 años en un viaje andando por la tebaida berciana desde la maragatería fuimos en casi todo el viaje durmiendo en pajares que nos alquilaban por dos perras.

Y tras todo esto a la piltra, pues al día siguiente comenzaba mi segunda estancia en el Camino Francés y la primera vez que Maki, ponía los pies en algo semejante a los caminos de peregrinaje.

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Conclusiones de este tramo de la Vereda de los heterodoxos

Estos siete días que se han desarrollado a través de la Ruta de las Reliquias, el Camino de Trashumancia (La Vizana) y el Camino Olvidado, han sido, sobre todo un volver a revivir la historia, sacando a flote recorridos, haciendo estos visibles a través de un extraño ejercicio de espiritualización de las cosas, aunque la verdad es que el icono pagano que perseguía ha sido más mental que percibido, no he visto tantas huellas, más allá de algún destello, o tal vez no ha sido posible por el desapego que hemos sufrido con relación a nuestro viejo mundo pagano, o sea al mundo del campo, aunque curiosamente camino adelante vería una de sus más características manifestaciones.

En todo caso e he de decir que estado en mi salsa, ubicado en un cierto concepto pagano del nomadismo, pues durante 7 días quedó atrás la urbe, la villa, lo cotidiano, y ni que decir que en nuestro cotidiano caminar de cada día, había que improvisara la vez que caminábamos ante un libro abierto como era el entorno, el cual nos ha ido arrojando a cada paso lecciones, ambientales, geológicas, históricas, etnográficas, o iniciáticas, así hemos ido viendo las más diversas manifestaciones religiosas, iglesias, ermitas, santuarios, que hemos ido encadenando con otros hitos míticas como las fuentes, y su topónimos que nos remontan a toda una vetusta de viejos de linajes y etnias que han pululado pro estas tierras, pasando de colonizadores a brindar paternidades e identidades

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Pudiendo ver a nuestro paso otras manifestaciones, a modo de piezas de un vetusto puzzle, aquí y allá que nos van jitando el camino, para que el nómada no se sienta desorientado, pero tampoco apabullado por presencias y obligaciones, sino dejándolo libre en la medida de darle la certeza que qué está en la senda.

Y todo en medio de la fuerza irreprimible del andar que hemos ido día a día acometiendo, aunque no hemos tenido los alados pies viajeros de Hermes, pero cada dio hemos caminado bajo el imperio del ensueño, a veces con la mente vacía, no así Maki que la llena de ruido con los auriculares que le conectan al mundo, pero aunque yo intentaba llenarla con las míticas que había construido alrededor del viaje, la mente muchas veces se ha ido tras el ensueño de esta transitorialidad en la que vivimos, sin olvidad el terruño, como arquetipo y referencia a modo de un fatigado Zenón y su opus nigrun.

En fin, hemos intentado durante esta primera semana de recorrer nuestra particular nuestra vereda de heterodoxos, el despegarnos del racionalismo puro y duro para dejarnos ensoñar por la errante actividad de recomenzar en un extraño vaivén entre lo antiguo y lo actual, intentando comprender el entorno, lo que pasaba en nuestra cotidiana vida común del caminante, del peregrino en simbiosis con el entorno y sus sincretismos.

El transitar por los viejos camino desde perspectivas no deportivas, sino encastrado en la heterogeneidad del viaje, Santiago es una excusa, ya que este viaje, más que otros está insertado en un politeísmo de curioso cuño, donde se mezcla el paganismo, la mítica goda y visigoda, con el quehacer de los paganos y los villanos, gentes del común, nobles y clérigos, Santiago como una cortina ortodoxa, frente al velo del semi-latente priscilianismo. o la fuerza de la Tebaida berciana, lo cual no deja de ser manifestación y quintaesencia de un nomadismo personal y mental que quería lograr mediante este viaje hacia Compostela a través de muy variadas sendas y veredas.

Un viaje que como decía Victor Segalen, de ir convirtiéndonos mediante el ensueño del caminar en unos éxotas, natos viajeros de mundos plurales que acepta los múltiples sabores de lo que es. La aceptación y disposición de la realidad tal y como está.

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Todo este compendiun, de míticas, de sensaciones, ha sido la esencialidad del viaje, amén de redescubrir la relación con Maki, y como dos mundos tan diferentes en casi todo y diametralmente antagonistas, pueden enrolarse en una experiencia como esta, de ser nómadas, al menos durante siete días, donde nada estaba previsto, de lo cual se ignoraba casi todo, hasta los trazados, lo cual ha ido todo una escuela de formación, en la cual era más importante ser y estar , que buscar una transcendencia al peregrinaje emprendido.
Víctor Guerra