De Astures , geds Hispania… Mutatis Mutandis
de la mano del Monchu el Cura.
Al final ha llegó el libro a mis manos, tras una densa e intensa espera por ver lo que el campechano cura de la Villa: José Ramón García Fernández (Monchu el Cura) paría.
Digamos que había expectación, pues un paisano que pasó de las dos
piedras: del pizarrín a la pizarra de guaje y de ahí al bolígrafo donde concluyó la traslación
tecnológica, pues resulta sorprendente, y tras esa llegada del esperado libro, e imbuido como estoy
en los trajines camineros con Beato de Liébana hacia Asturias, me interesaba ver lo que contaba
el Sr. Cura.
A
Monchu, he de decir que lo distingo, pues solo lo conozco de andurriar por las
calles de La Villa, (Villaviciosa) en general en verano, con su sombrero de
paja, y salvo el otro día pese a la asturianía que se gasta y que predica,
nunca lo ví con montera picona por la calle, que sería lo suyo para ser
auténticamente un paisano de la tierra, pues eso me di de bruces con su persona.
En
fín, de la labor literaria e histórica de Monchu el Cura, nada sabía, tampoco del
personaje villaviciosino, pues más allá del archivero Hevia Ballina, no he
tratado a la clerecía del lugar, aunque supongo que mi notable membresía
masónica, mi trabajo historiográfico sobre el tema, y no ser natural de la
Villa, me mantiene a cierta distancia de la cohorte clerical villaviciosina.
Por
lo cual, antes de escudriñar su obra, fue bueno dejarse caer por las redes
internáuticas, donde me encontré con la entrevista de Xuan Bello en Clave de Fondo, lo cual ya me aportó la
dimensión humana y cultural del paisano que a veces me encuentro paseando por la Villa.
De la peripecia de su libro, me habló el gran bibliófilo de la Villa: Senén Rivero, que también estaba a la expectativa de ver qué podía darnos a leer Monchu el Cura tras un título tan exótico como sugerente: de Astures Geds Hispania.,
Al final llegaron a la Librería
de la Villa los primeros ejemplares, y con él aun oliendo a tinta,
y sopesando una buena edición de tapa dura, y 386 páginas, y con 30 piastras menos
en el bolsillo, me fui para casa leyendo el texto, y ya sobre la mesa me dedicado en cuerpo y alma a leer, subrayar, anotar y tachar aquello que creí
pertinente: lo bueno y acertado, lo que está creo que equivocado, y ya saben las manías de cada uno.
Al
final de todo eso, llegó el día de la presentación del famoso libro, (14 de Mazo) aunque he
de decir que antes nos topamos uno delante del otro en plena calle, al que
requerí su telefono para una entrevista para el programa Un
Buen dia para Viajar de Pablo Vazquez, y tras lo cual me soltó de buenas a primeras aquello de que los mozárabes en el
Norte era poco más que una insignificancia ya que se trataba de una estrategia
para robarle a Asturias su asturianía, o sea su historia, además de soltarme a
bocajarro que Beato de Liébana era asturiano, y punto, poco más que hablar.
Llegó
el 14 de Marzo, día de la presentación, y tras un paseo mañanero con un buen
amigo como Vicente Rodríguez de Villaviciosa, por los caminos utilizados en su día por el
heterodoxo Roberto Frassinelli, y
bajar desde Priena hasta su primer
proyecto basilical de Covadonga, me senté horas más tarde en el atrio del Ateneo de
Villaviciosa, ese que levantaron en su
tiempo mis hermanos, entre otros, o sea los hiramistas residente en la Villa: Cristóbal Cano, David Fresno, Germán Rojo, etc.
Y allí me senté expectante entre tanta audiencia, que se maldecía de no poder poseer un libro para la firma, digamos que todo el pescado estaba vendido, y no quedaba un triste libro para abastecer a la forofada que arrastra tras de sí el Sr. Monchu.
Allí estaba la familia de sangre, los vecinos/ as en abundancia, las élites culturales e institucionales de la Villa y de Ovetum,, algun que otro Culu Moyau, todos presentes, pocos eran los que faltaron a la cita, al menos de entre los seguidores. Ni que decir que la hinchada asturianista estaba bien representaba, pues además de los miembros de la famosa Tertulia 25 de Mayo, se contó con la presencia de Xuan Xosé Sánchez Vicente, los hermanos d´Andres (fios de Manfer de la Llera) Vital y Ramón, de dejó ver tanto Lisardo Lombardía, como otro noble de rancio abolengo David Rivas, y entre los locales: Juan Pedrayes, y otros…
De la Asturias trasmontana, o casi Xosé Ambás que la “entamó al leer un supuesto wasap enviado por un epíscopo, el cual se disculpaba porque no podía llegar a tan significado acto, puesto que “había quedado pinchau, en el pagano lugar del Castiechu de las Camocas”, supongo que el bueno de Merchán estaría escudriñando al díscolo Monchu, por una de esas rendijas celestiales.
En fin, el aforo hasta la bandera, eso sí apenas sí se dejó ver por la sala a los miembros de la clerecía, activa o de las clases pasivas, salvo un alzacuello, por la atiborrada sala poco más se vio, aunque Monchu el Cura, podía decirnos cuanto de ellos había..
Lo cierto es que aquello más parecía un acto folclórico con una hinchada entregada y aplaudidora a más no poder que un acto dedicado a la presentación del libro,
Acto que fue puntual en el protocolo y que abordaron por este orden los aquí nombrados, bajo la protección, como antaño, del Marqués de Gastañaga: (Ignaciu Iglesias,) que a modo de polifacético personaje y patrono de Ediciones Trabe, dio como aperturado el acto, lo que conllevó a continuación la lectura de un prolijo y ajustado prólogo por parte de su autor: D. Evaristo Valle, para dar paso al mismísimo autor, o sea al S. Cura, que sin montera picona para el evento discursivo presentó su obra.
Este la dividió en dos partes, mediante la lectura a modo de introito del inefable capítulo de agradecimientos, lo que devino luego en la descripción de un libro estructurado en un índice de 24 capítulos sin título, salvo los números romanos para enumerarlos, luego realizó una introducción histórica trufada de anécdotas, que enseguida despertó el fervor de los asistentes que demarraron numerosos aplausos, y luego se pasó a las tanda de preguntas casi que monologo entre el autor y Marqués de Gastañaga, digamos que las preguntas fueron las justas porque el programa era ajustado, y se quería poner el broche al acto con un cántico en plan tonada asturiana del Padrenuestro, luego vino otro canciu de la toná, yo creí que cantaría aquello de E señor cura no baila porque tien corona... pero no..
La
obra de D. José Ramón Fernández García (Monchu el Cura).
Pero vayamos al libro. Este es
un texto como ya dije, que se presenta bajo una edición muy bien trabajada y
estructurada, y que muestra un saber patrístico de primer orden, lo que me recordó a la
antañonas clases del pensamiento y la doctrina de los Padres de la Iglesia
cristiana, en las monacales paredes benedictinas en tierras
navarras y castellanas.
Y la obra se desarrolla por medio de un amplio contexto historiográfico eclesial con abundante predicamento de textos, citas referidas a la eclesiología de todo tipo, y apoyado como no, por una interesante bibliografía, en general alejada de las modernas autorías sobre temáticas ya viejas, las cuales están dando nuevos enfoques y aportaciones como las de Adeline Rucqoi sobre las difíciles relaciones entre el reino franco y los astures, las cuales encumbra la historiografía asturiana al uso, exponiéndolas como filiales y fraternas.
En el libro de Monchu, uno va
encontrando el venero referido a las Asturias y su compleja historiografía, como a cachos traídos y expuestos aquí y de allá, hasta componer un
relato, como dirían los griegos peripatético, para manejar mientras uno
recorre algunos de esos lugares tan bellos como enigmáticos del prerrománico asturiano.
Me ha interesado también, la segunda parte del libro, la que empieza en el Capítulo XVI y que habla de esa eclesiología alambicada en el establishment donde algunos curas de parroquia dejaron su impronta a modo de sociabilidad en el circulo social en cual les tocó vivir.
De
esa época, amigos y compañeros, curas del Concilio Vaticano II, que se
acostaban teniendo el famoso Catecismo Holandés en la mesita de noche, y entre los que se encontraban: los curas de
Fátima, (La Calzada) Benito, Fonseca, José María Bardales, Jose María luego párroco San José, luego los que
repartían por esos lares como: Toni
Hevia el Cubano, Fonseca “EL Pole” y
como no, mi alter ego putativo, el Vicario General Waldo García Romero, que
junto al Padre Lécuyer, fueron con
quienes me formé. Por tanto, agradecido por ese recuerdo a una esperanza de
futuro que bien expresó Monchu en su alocución.
Pero
volviendo a la primera parte del libro, la parte que más me ha interesado fueron
aquellos párrafos dedicados a Asturias, y en los que estamos de acuerdo en
tanto que la construcción política religiosa de la Asturias al menos la del
siglo VIII se hizo a través de los cenobios, o sea de los pequeños monasterios familiares,
pues resulta curioso en el 785 cuando Beato de Liébana va hacia Santianes de
Pravia a su paso encuentra contadas iglesias.
El
historiador Fernández Conde creo que contaba en su momento, incluida la ciudad
de Oviedo, unos trece templos ya finalizado el siglo VIII, y la explicación se
basa en que la construcción eclesial asturianas fue autóctona y autónoma, lejos del
modelo que luego colonizará los Caminos Salvadoreños que serán los hitos de esa
peculiar y singular iglesia, esa estimado Monchu, que tú dices que era de
cultura gaélica, tengo mis dudas que eso hubiera sido más parte del
ideario idílico del asturianismo de pro; no por ello deja de ser cierto que
esa iglesia convivía con lo pagano, con los cultos priscilianistas y mitraicos, con más o menos tensión, pero no debe quedar a duda que la tradición y
espejo de esa iglesia fue el reino franco, lo carolingio.
Pero si que tendré que darte el beneficio de la duda cuando Jocely Hillgarth ha insistido en el vínculo del monacato altomedieval irlandés con la Hispania visigoda, considerándolo incuestionable e indicando que la obra de Isidoro de Sevilla ya era copiada en Irlanda hacia 640. Según un estudio de Dáibhí Ó Cróinín, la Península Ibérica fue el origen de la metodología irlandesa de cómputo para el cálculo de la Pascua, que, a su vez, pasó al Venerable Beda.
Lo cual se dejó ver que las advocaciones que jalonaron los Caminos de peregrinación “primitivos” que estuvieron dedicados en su mayoría a San Salvador, y por cuyos caminos desfiló una lumbrera como fue Beato de Liébana, y su compañero un vate o vagante obispo Eterio
de Osma, que fueron herederos , en parte esa vocación gaélica, pero fue casi que una
excepción.
Luego, Querido Monchu, vino la iglesia episcopal con asiento propio en la regia Ovetao alfonsino, y se mantuvo pese a todo muy pegada a lo regio, y muy dedicada a la amanuense labor de las interpolaciones, pero llegado el fenómeno santiaguista esa iglesia se hizo pregonera de la inventio jacobita, y constructora de impostadas leyendas de corte artúrico como el viaje de Alfonso II a Iria Flavia.
Primigenia iglesia que se había vinculado a los monasterios y hospitales de la caridad y la fraternidad del siglo VIII, con casi 200 hospitales entre 796 y 921, pero luego vino la iglesia episcopal, que fue mutatis mutandis levantando pujantes iglesias, cambiando y alterando fisonomías y simbologías, por ejemplo San Salvador de Plecín se convirtió en San Pedro, se dejó con ello de lado el viejo cenobio, para construir el mamotreto de San Pedro de Alles.
Fue una iglesia que durante siglos recibiendo importantes
donaciones e importantes viajeros religiosos, no en vano Oviedo fue llamada la unde
in aliquibus libris antiquis Ovetum dicitur Civitas Episcoporum», refugiados
el de Coimbra en San Juan de Nieva, el Zaragoza y Calahorra en Solís, Porto en
Andorga, Braga, Dumio y Tuy en Lucus Asturum, Viseo en Colloto, el de Iria
Flavia en Tiñana, Salamanca y Coria en Santullano, Tarazona y Huesca en el
Naranco, el de la diócesis Bretona en Nora, León en San Julián de Box, el de
Astorga en Santolalla (Santa Eulalia) de Manzaneda. Etc.
Una
iglesia que le importó poco que Asturias, origen y destino de la peregrinatio orationis, fuera pasando al esplendor de de lo jacobeo instituyendo la peregrinatio penitencial y ritual, esa que
tantos réditos daba y dio, te recuerdo que por un hospital de la zona del
Occidente, que por algun arte de birlibirloque era propiedad del arzobispo compostelano, a este se
le pagaba como tributo anual la friolera de dos maduros bueyes; y para sostener un monasterio como el de Obona dedicado a la contemplación mística, se obligó por orden
real a los peregrinos a pasar por sus puertas, lugar donde el abad y sus monjes
gozaban del derecho de pernada para poder sostener la hacienda con mano de obra
afín., cuando en realidad el Camino iba por las tierras de Mirallo y Celón.
En
fín, un día tomamos un café y te explico ese misterio de lo jacobeo por el cual tu
preguntabas, de lo jacobeo, de momento te recomiendo dos libros, uno de
Ofelia Rey Castelao Los mitos del apóstol Santiago, 2006, Edt. Nigra
Trea, y el otro un texto de un hispanista español, lúcido y cabal: Francisco Márquez
Villanueva. Santiago: trayectoria de un mito. Editorial Bellaterra, te
complacerán, y aprenderás muchas cuestiones.
Dices,
estimado Monchu de buena a primeras, en la página 14 de tu libro, que Beato de
Liébana era un monje asturiano, y lo haces sin más explicación, tal vez tomada tal
afirmación del libro de Lavin Bedia, que afirma dicho origen de nacimiento sin
mucha más comprobación, y a cuya tesis se unen algunos novelistas como Santiago Pérez Chirinos en su novela Los Siete Reyes de Beato, pero lo
cierto es que es no hay documentación anexa, y personalmente creo que Beato provenía
de la mozarabía donde fue próximo al
arzobispo Elipando de Toledo.
En
todo caso Albino Flaccus cuando le escribe desde sus aposentos carolingios a
Beato de Liébana le trató de (maculavit Libanam ) y el propio Beato en
una carta que escribió con mucha ironía a Elipando, escribe: “ nos
libanenses indocto et harereticos (Nosotros los lebaniegos incultos y
heréticos); para ahondar más Álvaro de
Córdoba (fr. Alvarus Zamorensis ) le llama por dos veces presbítero
lebaniego a Beato (libanensis presbyter); y Sánchez Albornoz, es de los que sugiere
que venía de la mozarabía.
Los
naturales de Liébana le quieren lebaniego y lo vinculan con la aldea de Aniezo,
así lo expresa Pedro Álvarez: El Monasterio de Santo Toribio de Liébana y la
reliquia de la Cruz. Historia, reliquias, enigmas y nuevos descubrimientos.
Aunque que está claro que viniera donde viniera, o cual fuera su origen, él se deja sentir lebaniego tal y como lo expresa en sus cartas, por tanto, nadie roba la asturianía, que le venía añadida pues Liébana era parte de la Asturias trasmontana y hay que respetar tambien su identidad. En todo caso igual es bueno aplicar eso tan dicho por los astures: la oveya no ye de donde nace, sino donde pace, y Beato de Liébana lo hizo en San Martín de Turieno.
Otra cosa interesante pues, es la presencia de los mozárabes en Liébana es innegable pues su presencia se recoge diversos monasterios que a juzgar por los nombres de algunos monjes no parecen ser de la zona lebaniega , entre los cuales se incluyen los compañeros de Santo Toribio en la fundación de San Martín de Turieno: Beato, Tholobeo, Hetéreo, Justo, Lucrecio, Sisenando, Opazo, Sinobi, Caradoro, Opila, Euxóstomo, Prodendio y Nonnita.
Además, la comarca lebaniega cuanta con diversos cenobios durante el siglo VIII: San Salvador de Lebeña, Santa María de Piasca, San Salvador de Osina (Bejes), Aguas Cálidas (La Hermida), San Salvador de Veleña, Santa María de Cosgaya. En el siglo IX: San Adrián de Sionda, San Cristóbal de Cesera, San Esteban de Mieses, San Pedro de Viñón; San Pedro de Naroba, San Salvador de Veleña, Santa María de Cosgaya, y el monasterio de Aliva, y uno más tardío, curiosamente dedicado a Santiago en Colio siglo X y cuya advocación es rara en los monacatos del Norte, que por cierto no son pequeños en cuanto a miembros.
En cuanto a las procedencias de los miembros de estos cenobios, ya que por tu parte niegas la presencia de mozárabes en Liébana, en Valdeón, indicarte que también los hubo en Asturias, decirte que tienes en el monasterio de Aguas Cálidas recogidos estos nombres de monjes: Recesinda, Roilo, Severa. Clariossima, Lavinia, Pompedia, Flaina, Falinui, Petronus Simpronius, ëguila y Fioncus, viven en comunidad bajo el mando del abad: Alvaro, En cuanto al monasterio de San Facundo y San Primitivo de Tanarrio, se compuso como dice el Libro Becerro de San Martin de Turieno que los monjes de Sahagún cuando entraron los árabes huyeron a la Liébana llevando consigo los cuerpos de San Facundo y San Primitivo.
Son diversos los monasterios y los monjes recogidos: los Banu-Gomez, el abad Godestio; en el monasterio de San Salvador de Veleña (813) donación de Ordoño y Profilinia, estaban tambien: Aurelius, Tenna. Vicencius, Eugenius, Emilianus, Itenus, Eucenius. Deodatus (827) en San Martín de Turieno: (s. X): Cartrius, Vicencius,Sindinus, Maternus, Paternellus, Anastasius, Eugenius, Besianus, Cesarius, Siongius, Capio, Vistremundius los presbíteros: Froila, Abodinus, Beatus; e incluso en uno de ellos hay un abad de nombre Levi que como verás no es precisamente asturiano trasmontano , y así podíamos seguir monasterio tras monasterio.
Por
otro lado, las comunidades mozárabes en la cornisa cantábrica tenían claro su
papel de exiliados, por tanto lo que hacían era intentar pasar lo más
desapercibidos posible, pues su inmigración había sido dura, primero cuando
empiezan las presiones de los muslimes, luego cuando Toledo empezó a darles la
espalada por cuyo motivo fueron recalando
en los cálidos valles norteños, primero colonizando las zonas altas de la
Bardulia y luego penetrando en los valles lebaniegos, tierras fértiles que
recibieron cultivos que se trajeron del Sur,
y no se dan en el norte, como los garbanzos, o las plantaciones de alcornoques que son productos del Mediterráneo.
En fín, Querido Monchu, sé que eres de la escuela de Yarza Luaces, que también pone de chupa dómine a Gómez Moreno y sus propuestas de estudio e investigación sobre la mozarabía, que le vamos hacer es materia que todavía hay que darle unas vueltas.
En cuanto a Beato
y su mozárabe himno litúrgico O
Dei Verbum, hay bastante que hablar puesto que lo que hacía Beato era
recopilaciones de textos, por tanto, analizar estos desde una autoría original o
como genuinamente propios, no es lo correcto, al igual que pasa con los Comentarios del Apocalipsis,
en todo caso en relación a Mauregato y la estancia de Beato en el 785 en Pravia, no se entiende muy bien, y cabe
pensar varias cuestiones: ¿Quién le invitó a Santianes de Pravia? Acaso la reina viuda, que por cierto había enviudado
hacia dos años, y le invitaba ahora que entraba en el claustro conventual. ¿Era
ese el motivo?
Parece
cierto que Adosinda Alfonsez coqueteaba con el mundo herético (paganos,
prisciliano, arrianos), pero su idea era tener todos los resortes politicos para
asegurar el futuro reinado de Alfonso II. Pero quien reinaba desde
hacía dos años era Mauregato, y este era proclive a las tesis de Elipando, como
alguien dijo, de casta le venía al galgo, dado que su madre era
mora, sí es así, cabe la pregunta ¿Qué hacia el monje Beato y el obispo Eterio guardianes de la
ortodoxia católica romana en la corte de Mauregato? Cuando en realidad este no veía con
malos ojos los tratos con los muslimes.
Me caben más dudas ¿Se
sabía en la corte de Mauregato, cuando están a punto de llegar Beato y Eterio a
Santianes de Pravia, de la carta respuesta que había enviado Elipando? De hecho sí lo sabían
se puede elucubrar que la llegada de los lebaniegos ¿podría ser para pedirles cuentas a
e por ese primer escrito contra el que se rebelan contra Elipando? Como te digo cabe pensar que el
O Dei Verbum, fueras una manera de congraciarse con el rey Mauregato, si es que dicho autor fue Beato de Liébana.
En fin, como ves más preguntas que respuestas, y como pudiste comprobar el libro lo tengo con muchas marcas, tanto para afirmar exposiciones que cero acertadas, como para abrir debates, a lo cual quedas invitado a entablar de cara aclarar algunos textos y contextos.
Pues el libro suscita muchas reflexiones por cuyo motivo no me queda nada más que felicitarte aunque si a este complejo texto le quitas parte del gran guirigay repertorio patrológico y conjuntas aquellas partes dedicadas a Asturias, a buen seguro que hubiera quedado un libro redondo y muy factible y un buen manual de historia de Asturias, que falta hace.
Y para cerrar, desde Villaviciosa te saluda y felicita un natural y deudor de los viejos predios paternos: desde los parajes vaqueiros de Baldornón, con Adela, mi bisabuela que dio santo y seña como moliñera fijando tal alias a la saga, cerrando mi identidad nacional con el deber de defensa de los ancestros maternos que desde el profundo mundo árabe se vinieron a la cristiana spania, la cual recorrieron de punta a rabo hasta recalar en profundos valles astur-cántabros como Guerra, o como at-tala'i" (Atalaya), donde se juntaron con los Cosío cántabros...
Eso también es Asturias, aunque llevemos montera picona, tambien debajo llevo un kufi que un lejano día me dieron los viejos sabios de una aldea...por aquello mantener serena la cabeza.
¡Carpe Diem minimum credula!
Victor
Guerra